En su reciente Encíclica, la Lumen fidei, el Papa Francisco afirma acerca de la fe: «El creyente aprende a verse a sí mismo a partir de la fe que profesa: la figura de Cristo es el espejo en el que descubre su propia imagen realizada. Y como Cristo abraza en sí a todos los creyentes, que forman su cuerpo, el cristiano se comprende a sí mismo dentro de este cuerpo, en relación originaria con Cristo y con los hermanos en la fe» (n. 22).
Esta fe explica entonces lo que pudieran parecer una serie de coincidencias a propósito de la presencia de Francisco en Brasil y decanta serias situaciones que nuestro continente vivió la segunda mitad del siglo pasado.
En el otoño de 1969 Paulo Freire, hijo insigne de la gran nación brasileña, escribía desde Santiago de Chile en el exilio, la introducción a la tal vez más famosa de sus obras: «Pedagogía del oprimido», misma que dedicaba proféticamente a Francisco con las siguientes cinceladas: «A los desharrapados del mundo y a quienes, descubriéndose en ellos, con ellos sufren y con ellos luchan». Esta obra se inscribía en el contexto de los movimientos teológicos, filosóficos y pedagógicos con apellido «de la liberación», algunos afirmándolo de modo explícito y otros en forma implícita. Ahora, Francisco afirma: «Hoy digo a todos ustedes, y en particular a los habitantes de esta Comunidad de Varginha: No están solos, la Iglesia está con ustedes, el Papa está con ustedes. Llevo a cada uno de ustedes en mi corazón y hago mías las intenciones que albergan en lo más íntimo: la gratitud por las alegrías, las peticiones de ayuda en las dificultades, el deseo de consuelo en los momentos de dolor y sufrimiento». Que nadie reviva viejos fantasmas ideológicos, si parece que resuenan ciertos pensamientos de Freire en los discursos del Papa, es porque se evidencia el pensamiento católico que subyace en la obra de Freire, quien se reconocía como tal. Y no sólo de él, sino el pensamiento y la obra de tantos hombres y mujeres que entregaron su vida, literalmente, por anunciar el Evangelio en nuestro continente tan injustamente oprimido y que al paso de los años la historia ha ido dando la razón a quien siempre la tuvo, así como también ha sido maestra de purificación, siempre necesaria.
Es Francisco, hermano de los pobres y de todos, quien sigue afirmando en su visita a esta favela de Varginha: «Me gustaría hacer un llamamiento a quienes tienen más recursos, a los poderes públicos y a todos los hombres de buena voluntad comprometidos en la justicia social: que no se cansen de trabajar por un mundo más justo y más solidario. Nadie puede permanecer indiferente ante las desigualdades que aún existen en el mundo. Que cada uno, según sus posibilidades y responsabilidades, ofrezca su contribución para poner fin a tantas injusticias sociales».
Freire afirmaba: «Nadie libera a nadie, ni nadie se libera solo. Los hombres se liberan en comunión» (Freire, P. Pedagogía del oprimido. Siglo XXI Editores, México 20052, p. 37). Hoy afirma Francisco: «No dejemos, no dejemos entrar en nuestro corazón la cultura del descarte. No dejemos entrar en nuestro corazón la cultura del descarte, porque somos hermanos. No hay que descartar a nadie». Son más bien los ecos del Evangelio los que resuenan en lo mejor del pensamiento pedagógico de Freire, esa fe en Jesucristo en la que cada persona está llamada a encontrar su propia imagen nos enseña Francisco, por eso también afirmó desde su estancia entre los más pobres, desde la favela: «También quisiera decir que la Iglesia, «abogada de la justicia y defensora de los pobres ante intolerables desigualdades sociales y económicas, que claman al cielo» (Documento de Aparecida, 395), desea ofrecer su colaboración a toda iniciativa que pueda significar un verdadero desarrollo de cada hombre y de todo el hombre».
Es significativo que en sus palabras al llegar a Brasil haya dicho que al joven hay que «garantizarle seguridad y educación para que llegue a ser lo que puede ser; transmitirle valores duraderos por los que valga la pena vivir» y que diga que uno de los pilares fundamentales que sostienen una nación sea «la educación integral, que no se reduce a una simple transmisión de información con el objetivo de producir ganancias», en palabras de Freire, no es una educación «bancaria» la que necesitamos.
Sin ideologías, ahí está la doctrina segura del Evangelio expuesta por Francisco, esa pedagogía de la fe que nos invita a releer nuestra historia en comunión para construir un mundo más humano, con esperanza, reconciliada como pide Casaldáliga, pues dice Francisco: «La realidad puede cambiar, el hombre puede cambiar. Sean los primeros en tratar de hacer el bien, de no habituarse al mal, sino a vencerlo con el bien».
Pbro. Filiberto Cruz Reyes