No matarás

El miércoles 22 de enero del presente, fue ejecutado el mexicano Edgar Tamayo Arias, originario de Miacatlán, Mor., en Huntsville, Texas, Estados unidos de América, como consecuencia de la sentencia dictada el 1º de noviembre de 1994 que lo declaró culpable de asesinar al oficial Guy Gaddis, la madrugada del 31 de enero de 1994. La sentencia se ejecutó 19 años después, y según los estudios el promedio en Texas para que se ejecute la sentencia es promedio de 15 años.

El caso de Edgar Tamayo es parte del llamado Caso “Avena y otros Nacionales Mexicanos”, una controversia internacional entre México y Estados Unidos de Norteamérica ante la Corte Internacional de Justicia, que inició en 2003 sobre la situación de 52 mexicanos detenidos en aquél país con riesgo de ser sentenciados a muerte. México afirmaba que el país receptor (Estados Unidos) había incumplido con sus obligaciones derivadas de la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares (24 de abril de 1963) en sus artículos 5 (Sobre las Funciones Consulares) y, sobre todo, 26 (sobre la Comunicación con los nacionales del Estado que envía). El fondo de la controversia no es sobre la pena de muerte, sino sobre el procedimiento.

Después de un año, el 31 de marzo de 2004 el máximo Tribunal del sistema Naciones Unidas emitió su fallo, y entre otras cosas, contemplaba que los Estados Unidos estaban obligados a revisar y reconsiderar 51 de los casos planteados. El de Tamayo se incluía en estos por no haber recibido la asistencia consular necesaria. Texas hizo caso omiso.

Más allá de las cuestiones de Derecho Internacional persiste el problema humano: ¿se puede corregir lo que se condena (un asesinato) haciendo lo mismo (otro asesinato, aunque se invoque la legalidad?

El famoso director de cine polaco Krzystof Kieslovski plantea esta cuestión de un modo crudo y trágicamente genial en una de sus cintas concebidas originalmente para la televisión: No matarás / Decálogo 5. Uno de los personajes, un aspirante a abogado en su examen profesional afirma acerca del castigo como correctivo: “Desde Caín ningún castigo ha sido capaz de mejorar el mundo”, y en otro momento afirma: “La ley no debería imitar la naturaleza, sino mejorarla”.

A pregunta expresa que le hacen a Kieslovski: “Sus películas, tanto las documentales como las de ficción, tratan a menudo de temas de contenido social. ¿cuál es su relación con la ideología, con el punto de vista político sobre el mundo?”, él contestó: “Yo no soy político y no tengo la ambición de organizar la vida de los demás”.

Sobre su película un autor dijo: “En el momento en que el delito se convierte en hecho social, el círculo vicioso de las víctimas ya no tiene fin: cada víctima reclama una nueva, y el mal individual prolifera en una reacción en cadena, en la ley del talión, en la estulticia de la venganza[1]”.

El problema sigue abierto, no sólo a nivel internacional sino en nuestra Patria tan herida que hoy grita paz, justicia, reconciliación, etc., deberíamos volver a escuchar la voz de Dios que nos dice: no matarás. Es cierto, hacen falta políticas que propongan soluciones urgentes, pero es algo mucho más que eso lo que nos devolverá la paz, debemos humanizarnos.

Filiberto Cruz Reyes

[1] Murri, Serafino; Krzystof Kieslovski. Ediciones Mensajero, Bilbao 1998, pp. 15-16. 140.

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