La Reina y el Papa

Cuando el Rey de Inglaterra Enrique VIII, aprobó el 3 de noviembre de 1534 la llamada Acta de Supremacía, con la que se declaraba “solo y supremo Jefe de la Iglesia Inglesa o Anglicana Ecclesia”, y declaraba lo mismo para sus sucesores, estaba creando un cisma en la Iglesia católica y creando una Iglesia nacional. Muchos católicos murieron en ese contexto, entre ellos su Canciller y amigo Tomás Moro, así como el obispo y Cardenal John Fisher; hoy ambos santos, martirizados por el Rey Enrique VIII. Desde entonces también muchos cristianos han buscado la unidad de la Iglesia, y muchos anglicanos han regresado a la Iglesia católica, por lo que el papa Benedicto XVI el 4 de noviembre de 2009, emitió la Constitución Apostólica Anglicanorum coetibus, sobre la institución de ordinariatos personales para anglicanos que entran en la plena comunión con la Iglesia católica; esto a tenor del canon 205 del Código de Derecho canónico, significa que “Se encuentran en plena comunión con la Iglesia católica, en esta tierra, los bautizados que se unen a Cristo dentro de la estructura visible de aquélla, es decir, por los vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos y del régimen eclesiástico”.

Dicho esto, comprendemos mejor la trascendencia del encuentro que se dio entre la Reina Elizabeth II de Inglaterra y el Papa Francisco la tarde del jueves 3 de abril del presente, cuando éste la recibió en audiencia en el Vaticano; el encuentro duró cerca de media hora. Ella llegó acompañada de su esposo, el duque Felipe de Edimburgo y siete personas más, entre ellas el embajador de Inglaterra ante la Santa Sede, Nigel Baker. Estuvo también presente, entre otros personajes por parte de la Santa Sede, el Cardenal Murphy-O’Connor, Arzobispo emérito de Westminster.

De los ingleses anglicanos conversos al catolicismo del siglo XIX destaca la figura de John Henry Newman (1801-1890). Alumno del Trinity College en filosofía y teología se ordenó presbítero de la Iglesia anglicana; posteriormente, sus investigaciones sobre la iglesia primitiva en sus diversos aspectos teológicos lo llevan a crear junto a otros compañeros el Movimiento de Oxford, que a través de los Folletos de actualidad proponían recuperar, decían, no lo romano sino lo católico del anglicanismo decadente: temas como la sucesión apostólica, los sacramentos (no olvidemos que hoy en la comunión anglicana considera que las mujeres pueden recibir el sacramento del Orden), la independencia de la Iglesia respecto al Estado, etc. No olvidemos que hasta 1854 “todos los miembros de la comunidad universitaria estaban obligados a firmar su adhesión a los Estatutos de la Universidad, los Artículos y el Acta de Supremacía (Ker, Ian. John Henry Newman. Una biografía; Ediciones Palabra, Madrid 20102, p. 10). De intensa vida académica e intelectual Newman llegará a ser Cardenal de la Iglesia católica y Benedicto XVI lo declara beato el 19 de septiembre de 2010.

El lema del Cardenal Newman era: cor ad cor loquitur, “el corazón habla al corazón”, y seguramente así hablaron el Papa y la Reina. Al final de su entrevista intercambiaron, como es tradición, regalos: la Reina ofreció al Papa productos elaborados en las instalaciones reales, como miel, whisky, jugos de fruta, etc., así como dos fotografías una propia y otra de su esposo, enmarcadas en cuadros de plata. El Papa entregó a la Reina un precioso documento conservado en el Vaticano, con el cual en 1697 Inicencia XI extendió a la Iglesia universal el culto de san Eduardo el Confesor, descendiente de la familia real y fundador de l Abadía de Westminster. Al Duque le regaló un tríptico de medallas de su pontificado. Tuvo el Papa además otro detalle más: entregó un regalo para el bisnieto de la Reina, el Príncipe George de Cambridge, nacido el año pasado.

Este encuentro, fruto de la buena voluntad de ambos anima a segur construyendo caminos de paz y reconciliación no sólo entre las naciones, sino también entre los cristianos que anhelamos la plena comunión. Newman afirmó con conocimiento de causa: “La comunidad cristiana es un cuerpo organizado, aunque ocasionalmente surjan disturbios puntuales en su interior” (ibi, p. 640), por eso, los regalos del Papa a la Reina son una invitación a reconocer, como Newman, la necesidad de la unidad y las raíces de santidad y catolicismo que en la familia real existen.

La Iglesia anglicana se nos ha adelantado en reconocer a Oscar Arnulfo Romero como hombre universal que vivió hasta el martirio la fe cristiana, pues han colocado su estatua en la fachada occidental de la catedral de Westminster; oremos para que pronto sea también declarado santo por la Iglesia católica, para lo cual Francisco ya ha dado signos.

Filiberto Cruz Reyes

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