El Cardenal Beran será sepultado en la Catedral de San Vito(1)
Giampaolo Mattei
Una revancha de la historia y de la justicia que hace excepcional la primavera 2018 en Praga: el pueblo entero de la República Checa ha recibido con los brazos abiertos el viernes 20 de abril el regreso a la patria de los restos del Cardenal Josef Beran, el “ariete” (este es el significado de su apellido en lengua checa) muerto en el exilio en Roma en 1969. Para todos, cristianos y no, Beran es todavía hoy el símbolo de la resistencia contra todos los totalitarismos a los cuales es necesario no ceder regateando la verdad.
Sepultado, por voluntad de Pablo VI, en la Basílica de San Pedro, Beran ahora regresa con todos los honores a su Catedral de San Vito, en el corazón de Praga. Precisamente donde fue arrestado el día del Corpus Domini de 1949 (jueves 16 de junio).
El 23 de abril, en el emblemático día de la memoria del mártir San Adalberto, obispo de Praga, será la ceremonia de sepultura. Y el deseo de Beran de regresar a casa tendrá finalmente cumplimiento. En 1965 el gobierno comunista tenía prisa en alejar a Beran de Checoslovaquia, tanto que durante el trayecto en auto hacia el aeropuerto les fue concedido sólo al hermano y a la hermana el saludarlo, pero sin que él descendiera del vehículo. Beran pidió poder pasar cerca de la Catedral de San Vito para poder volver a verla al menos desde la ventana, pero la respuesta fue negativa. No volvería a verla jamás. “Mi corazón permanece en Praga”, fue su respuesta.
La ceremonia de traslado desde las grutas vaticanas —la tumba estaba en la Capilla llamada “de la Bocciata”— fue presidida por el Cardenal Arcipreste Angelo Comastri. Beran, afirmó el purpurado, “ha vivido en modo extraordinario la última bienaventuranza de Jesús: “bienaventurados ustedes cuando los insulten, los persigan y calumniándolos dirán toda clase de males en contra de ustedes por causa mía, alégrense y regocíjense”. Por esto, agregó, “quisiera permitirme de orar: Señor, danos hoy muchos Obispos y muchos sacerdotes así”.
Este “ariete” de la Iglesia del siglo XX fue perseguido por sanguinarios totalitarismos: los nazistas lo arrestaron el 6 de junio de 1940 y lo internaron en el tristemente célebre lager de Dachau, en donde desempeñó el trabajo de barrendero y remendador de calcetines en el pabellón de los inválidos. “Nadie lo escuchó jamás lamentarse y todos lo veían sonreír”, recordaría después el Cardenal Stefan Trochta, su compañero de prisión.
Terminada la guerra, el 4 de noviembre de 1946 Pío XII nombró a Beran Arzobispo de Praga. Cuando los comunistas tomaron el poder en la entonces Checoslovaquia, buscaron ponerlo de su parte, entre halagos y amenazas. Beran se opuso públicamente a ellos, precisamente desde el púlpito de la Catedral de San Vito. Lo obligaron al silencio, al arresto domiciliario, sometiéndolo a presiones terribles. Y el 10 de marzo de 1951 lo deportaron, confinándolo en pueblecitos perdidos durante catorce años para tenerlo alejado del pueblo.
Después de muchos años, Beran recibió la inesperada visita de Monseñor Agostino Casaroli. “Tengo confianza en la Providencia, la he sentido junto a mi en el campo de Dachau y también ahora la siento cerca en esta prisión”, dijo al enviado del Papa. Finalmente se empezó a hablar de su liberación. Así, cuando y Casaroli y Beran se volvieron a encontrar fue en 1965 en un albergue en Praga. Para comunicarse usaron papel y pluma, por temor a que micrófonos espía interceptaran la conversación. Beran fue liberado y pudo partir hacia Roma en donde recibió el birrete cardenalicio. Pero no le permitieron regresar a su patria.
A Roma llegó con unos zapatos pesados de montañés y una vestimenta raída. Fue recibido especialmente por Monseñor Pasquale Macchi: Pablo VI, para manifestarle su afecto, había querido que el Cardenal fuera recibido por su secretario particular.
Beran participó en el Concilio Vaticano II y el 20 de septiembre de 1965 pronunció la conocida intervención a favor de la libertad de conciencia.
En 1965, según los acuerdos tomados con el gobierno, Praga tuvo un Administrador Apostólico elegido por la Santa Sede en la persona de Frantiek Tomáek, el “viejo roble”, otra gran figura de la Iglesia del siglo pasado, muerto en 1992 a la edad de 93 años. Beran murió en Roma el 17 de mayo de 1969 a los 81 años había nacido en Pilsen en 1888 con el título de Arzobispo de Praga que Pablo VI, subrayando la invicta fortitudo, quiso que conservara hasta la muerte no obstante las dimisiones ofrecidas más de una vez. Si bien, habiendo sido Arzobispo de Praga por 23 años, Beran pudo ejercer el gobierno solo por 3 años. Pero su ministerio, en realidad continúa todavía hoy.
(1) En L’Osservatore Romano, 22 de abril de 2018, p. 6.