Encuentro fraterno de presbiterio
Buenos días hermanos sacerdotes.
Agradezco la invitación del Padre Francisco Gavidia Arteaga para compartir este momento de reflexión como hermanos, y la aprobación de nuestro Sr. Obispo, Don Fidencio López Plaza. El tema que se nos encomienda —“Realidad hoy del sacerdote”— nos rebasa con mucho. Por lo que les propongo algunas cavilaciones en torno a algunos tópicos.
Ante el acontecimiento de lo ocurrido en el Estadio Corregidora el pasado sábado 5 de marzo de este 2022, necesitamos ver que es un parte aguas más: algo inédito que nos puso en las primeras páginas del mundo de las comunicaciones y no dijimos casi nada. Cierto, desconocemos los motivos y fines del lamentable acontecimiento; sin embargo la sociedad y los fieles parecieran buscar en la Iglesia cierta orientación y, como se dice hoy, fijar postura. Es parte de esa violencia cotidiana que parece nos ha hecho ya “cayo” en el alma. Es como si hubiéramos heredado, frente a la realidad, un cierto autismo discursivo inmoral, ¿convenenciero?, ¿cobarde? ¿necesario? ¿fruto de la misma violencia?. Autismo afectivo que nos aprisiona en nosotros mismos. La auto referencialidad que tanto ataca Francisco pudiera ser la fuente del vacío de sentido frente a la historia; nos cuesta asumir posturas conjuntas, sinodales, consensadas, difíciles, frente a la realidad que galopa desenfrenada. Los efectos de la pandemia, entre otras cosas, nos tienen abatidos, ocupados en levantarnos en lo económico y emocional, en sobrevivir. Me da la sensación de que estamos aislados, personal o grupalmente; es tal nuestro malestar que no pensamos en el de los demás, sobre todo nos cuesta reaccionar rápida y organizadamente frente a las emergencias mediáticas surgidas de una vorágine socio cultural. La inmediatez del trabajo de todos los días nos impide sentarnos a pensar e imaginar esa realidad que pretendemos transformar según el Evangelio, y que nos desafía como hidra de mil cabezas.
Tal vez nos haría bien recordar constantemente el sabio consejo que nos daba ese gran escritor francés, George Bernanós, a propósito de la injusticia: “no la mires más que el tiempo justo, y no lo hagas nunca sin rezar”; esto para pronunciar sólo y todas las palabras que llenen de verdad y esperanza los corazones de los fieles, de los ciudadanos.
Y si miramos nuestras propias injusticias, tenemos que rezar(1). Decía Nelson Mandela: “No olvidemos nunca que un santo es un pecador que simplemente sigue esforzándose”(2).
Al paso de los días, en que la pandemia parece darnos una tregua, miramos hacia atrás y seguimos pensando qué ha significado todo esto:
“Los primeros días los vivimos buscando comprender qué es lo que esto significaba, un contexto era el tiempo de cuaresma —con el color morado de las jacarandas que adornan nuestra querida ciudad de Querétaro— que nos recuerda el tiempo penitencial que prepara la Pascua. Llegó el triduo pascual y las campanas queretanas seguían callando, algo tristemente inusual. Vimos al Papa celebrar el Via crucis en una plaza de San Pedro vacía, el crucifijo bajo la lluvia que se mezclaba con las lágrimas: “Me parezco más a Barrabás que a Cristo y, sin embargo, la condena más feroz sigue siendo la de mi propia conciencia. De noche abro los ojos y busco desesperadamente una luz que ilumine mi historia. Cuando estoy encerrado en la celda y releo las páginas de la Pasión de Cristo, comienzo a llorar. Después de veintinueve años en la cárcel, aún no he perdido la capacidad de llorar, de avergonzarme de mi historia pasada, del mal cometido […] Percibo en el corazón, que ese Hombre inocente, condenado como yo, vino a buscarme a la cárcel para educarme a la vida”. Son palabras de la meditación de la 1ª Estación del Via crucis presidido por el Papa Francisco el Viernes Santo de 2020, palabras de un hombre condenado a cadena perpetua en Italia. En ese momento, la pandemia parecía que nos había hermanado, sentíamos que estábamos en el mismo barco. Pero, apenas dos años después la guerra en Ucrania parece decirnos que nada hemos aprendido como humanidad: la muerte retorna y no como consecuencia de la pandemia sino de la mano fraticida.
Este año 2022 para el Vía crucis con el Papa, una familia de Ucrania y una de Rusia prepararon juntas la meditación para la XIII Estación. Estas son sus palabras: “La muerte está en torno y la vida parece perder valor. Todo cambia en pocos segundos. La existencia, los días, la despreocupación de la nieve en invierno, ir a buscar a los niños a la escuela, el trabajo, los abrazos, las amistades, todo. Todo pierde improvisamente valor. Señor, ¿dónde estás? ¿Dónde te escondiste? Queremos la vida de antes. ¿Por qué todo esto? ¿Qué culpa cometimos? ¿Por qué nos has abandonado? ¿Por qué has abandonado a nuestros pueblos? ¿Por qué has dividido de este modo a nuestras familias? ¿Por qué ya no tenemos ganas de soñar ni de vivir? ¿Por qué nuestras tierras se han vuelto tenebrosas como el Gólgota? Se nos acabaron las lágrimas. La rabia ha cedido a la resignación. Sabemos que Tú nos amas, Señor, pero no percibimos este amor, lo que nos hace enloquecer. Nos despertamos en la mañana y por algunos segundos somos felices, pero luego nos acordamos inmediatamente de que será difícil reconciliarnos. Señor, ¿dónde estás? Háblanos desde el silencio de la muerte y de la división, y enséñanos a reconciliarnos, a ser hermanos y hermanas, a reconstruir lo que las bombas habrían querido aniquilar”.
Según datos oficiales(3), el pasado mes de Abril de este año, los homicidios dolosos en México fueron 2, 131 en 30 días, lo que equivale a un promedio de 71.0 por día. Sin embargo el mes de marzo ha sido el más violento del año, con 2, 241 homicidios dolosos en 31 días. Lo que da un promedio de 72.3 cada día.
Hermano: ¿has celebrado el funeral de alguna persona ejecutada? ¿cuántos casos difíciles causados por las drogas en las familias has acompañado? ¿Cuánta droga correrá por tu territorio parroquial. No son situaciones fáciles. Un día llegó una familia con su familiar decapitado, pidiendo las exequias. Dijeron que si sería posible porque venían de otras dos partes de solicitar el servicio y no se les había podido apoyar. Hay días en que hace falta algún hermano con quien platicar esos casos difíciles de los que escuchas parte de la tragedia y conociendo el ambiente llegas a sentir miedo e incertidumbre; entonces te sientes solo y te preguntas si los demás sacerdotes también llegan a sentir eso mismo: aislamiento, soledad, dudas.
Escuchar a la familia de un desaparecido es también difícil. Me decían la esposa y la hija: los primeros días mueres de miedo cuando te llaman del Semefo para ir a identificar el cadáver que probablemente podría ser el de tu familiar; lloras, le pides a Dios que no sea, con la esperanza de que aparezca vivo. Cuando pasas el trago amargo de ver uno y otro y otro cadáver sigues abrigando la esperanza de que esté vivo. Luego pasan los meses, los años y te casas de ver cadáveres ahora en fotografías. No sabes qué celebrar, si una Misa por su eterno descanso o para pedir a Dios que siga vivo en el aniversario de su desaparición. No tienes un lugar a dónde ir a llorar, ni una tumba o una cripta y entonces viene la tentación de pedirle a Dios que lo puedas encontrar al menos muerto para alcanzar cierta paz. Vas conociendo los laberintos de las fiscalías y el burocratismo despierta desesperación e incluso temor. Nadie te escucha.
¿No hemos sido capaces de por ejemplo, hacer una Misa en la que lleven las familias las fotos de sus seres queridos muertos en la pandemia y que no tuvieron velorio, ni Misa de cuerpo presente? ¿o las fotos de sus seres queridos muertos por homicidio doloso o de los que siguen desaparecidos? ¿porqué no una marcha para pedir que cese tanta violencia?
Con la pandemia, al paso de los días nuestro modo de vida fue cambiando bruscamente; sin embargo, paradójicamente, casi de forma imperceptible la escuela, el trabajo, los viajes, la cultura, la convivencia, etc., ahora se realizan de manera diferente.
Hermano: ¿cómo pasaste esos tres meses con los Templos cerrados? ¿habías celebrado la Misa solo o con una sola persona por un periodo largo? ¿cómo pagabas los salarios de los trabajadores y los servicios más elementales? ¿llegaste a pasar hambre? ¿y los hermanos de tu decanato? Un día llamaban a la reja con insistencia por la tarde y salí a ver quién era. Una persona me dijo: ¿es Usted el Padre? A lo que contesté afirmativamente. Entonces me dijo: yo casi no vengo a Misa, pero se que están cerradas las Iglesias y pensé cómo le harán para sus gastos. Así que vine a traerle un poco de ayuda.
En esos días difíciles recurrí a cosas aprendidas desde mi infancia: hacer cestos de mimbre, hacer tamales para los desayunos del domingo, pues aunque no había Misa la gente iba por el desayuna para cooperar; hicimos algunos vitrales, maceteros y cosas de soldadura, fui ayudante de pintor y soldador, hicimos jaulas para guacamaya, leí de esas cosas que uno tiene pendiente… celebré las exequias de mi padre y lloré. En el momento más difícil se restauró la casa y Capilla de San Felipe. Hay cosas de las que parece no se puede hablar y que en parte aumentan el dolor; esas purifican, acrisolan, dan la certeza de estar en lo correcto y fuerza para intentar vivir y creer con dignidad. Necesitamos escucharnos mutuamente, creo que todos deberíamos contar y escribir cómo vivimos la pandemia. Hay que recordar no para sufrir, sino para hacer un memorial de la misericordia del Señor.
Hemos sido testigos de muchas especulaciones sobre el origen, modo de desarrollo y finalidad de la pandemia; de teorías conspiratorias, neologismos que expresan la “nueva normalidad”, de hipótesis acerca del tiempo que posiblemente durará; de miedos colectivos, de depresión por la soledad y el aislamiento; de violencia por pretender mantener la distancia social. Y en medio de todo esto la ignorancia y necedad han hecho su aparición en muchas conductas que dificultaban evitar la propagación del virus. Algunos líderes mundiales manifestaron indolencia no solo en su discurso carente de cercanía a la gente y la realidad, sino en su conducta despreocupada y necia, al grado que muchos han experimentado la renuncia de algunos de sus colaboradores más cercanos. Se experimenta una cierta orfandad y gran desconcierto, abandono.
No solo la forma de vivir ha cambiado, sino también de algún modo la forma de morir y lo que esto implica: el cuerpo de quien muerió por COVID-19 no se entregaba a la familia, era enviado directamente al crematorio. Así, al dolor de la muerte del ser querido se agregaba el de no poder realizar los funerales según la costumbre de muchos: con velorio, Misa de cuerpo presente y la compañía de los familiares y amigos que en gran medida mitiga el dolor.
Así las cosas, también tenemos que soportar la tragicomedia cotidiana que surge de los acontecimientos que marcan la historia de nuestra sociedad y se vuelven mediáticos cual pan y circo virtuales, pretendiendo paliar el hambre de plenitud del pueblo cada vez más pobre.
[…] Si la exclusión del otro es una tentación frecuente, en estos días de la pandemia su peligro aumenta. Desde antiguo existen íconos que representan el nacimiento del Niño Jesús, aparece envuelto con vendas, a modo de mortaja (más que en pañales), pues el misterio de la Encarnación supone ya el misterio de la pasión y muerte del Niño Dios: él con-desciende radicalmente con el ser humano. Como dijo el poeta acerca de uno de sus personajes: “el nacimiento fue su muerte”(4). Por eso la Iglesia ha llamado Pascua también a la Navidad.
Sabemos que somos mortales, pero en el tiempo de pandemia esa certeza parece que llegaba con más fuerza y frecuencia a nuestra conciencia al ver los datos duros que se presentaban todos los días acerca del número de contagios y decesos a causa del coronavirus; es entonces que la inteligencia busca respuestas a todo lo que está sucediendo, y el corazón necesita de consuelo. Frente a un ser invisible a simple vista, pequeñísimo, que ha puesto en jaque a la humanidad entera, la inteligencia humana busca comprender el macrocosmos a través de la búsqueda de vida en Marte (las misiones espaciales de Estados Unidos, China y Emiratos Árabes en esos días): ¿acaso no será necesario un momento de silencio en actitud humilde y de rodillas ante el Hacedor del micro y macro cosmos? Puesto que “todo fue creado por él y para él” (Col 1, 17) y quiso entrar en la historia haciéndose Hombre, podemos encontrar en él las respuestas a este momento de nuestra historia; tal vez sea tiempo de reconocer como el hombre del Via crucis: “busco desesperadamente una luz que ilumine mi historia”. En esta época post terrorista, de virus ideológicos, de noticias falsas, de neo racismos, es necesario escuchar a Dios para no quedarnos callados adoptando ese silencio cómplice por omisión; no podemos ceder frente a una parálisis en las relaciones interpersonales, que debe ser superada con ingenio y valor, a ejemplo del Emmanuel, el Dios-con-nosotros. Es momento de estar muy cerca del hermano para acompañar, para consolar educando, sabiendo que el Verbo que se hizo carne “vino a buscarme a la cárcel para educarme a la vida”. Esa cárcel de mil formas en las que puede confinarnos el pecado, pues éste como el virus, necesita un ser vivo para desarrollarse. Hoy estamos callados, pues preguntarle al otro cómo ha estado podría implicar involucrarme en sus necesidades.
El Niño Dios representado envuelto en pañales-mortaja es el mismo que dejará las vendas y el sudario tendidos en el suelo del sepulcro (cfr. Jn 20, 6-7) una vez que hubo resucitado. Es el mismo que le pregunta a María Magdalena: “Mujer ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?” (Jn 20, 15). Hoy estas preguntas están dirigidas a cada uno de nosotros llenas de amor y compasión, y esperan respuesta. Rememorar el dolor de estos días sin luz ni consuelo nos coloca frente a la tentación de la inacción, de la desesperación. Es el momento de hacer un memorial de las Pascuas de Navidad y de Resurrección, es decir, de proclamar con nuestra vida aquí y ahora lo que el Apóstol nos enseña: “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida” (1 Jn 1, 1) es lo que necesitamos anunciar; es lo que inspiró a nuestros ancestros para construir esta bella ciudad de Santiago de Querétaro y es lo puede inspirarnos en estos momentos de obscuridad y desamparo para edificar con fuerza y belleza nuestro futuro común”(5).
En medio de las cosas dichas, venimos arrastrando un pecado eclesial, que ha provocado una crisis social y eclesial enorme: el abuso de menores por parte de clérigos.
El 18 de mayo de 2018 (mañana se cumplirán 4 años) todos los Obispos de la Conferencia Episcopal de Chile (34 Obispos) “ponían sus cargos en manos del Romano Pontífice”. La razón, el Obispo Juan Barros era acusado de encubrir abusos sexuales por parte del sacerdote Fernando Karadima. Era una cosas triste sin precedentes.
El viaje apostólico del Papa Francisco a Chile en enero de ese año, había sido humanamente hablando muy difícil. En el viaje de regreso a Roma después del viaje, la reportera Matilde Burgos de CNN/Chile le pregunta: “¿A qué atribuye usted que se considere su visita a Chile como un fracaso de fieles y un fracaso de que la Iglesia queda más dividida?” A lo que el Papa contestó: “Yo de Chile me vine contento. Yo no esperaba tanta gente en la calle, y eso –no pagamos la entrada, ¿eh? Esa gente no fue pagada ni llevada en colectivo–, la espontaneidad de la expresión chilena fue muy fuerte”. Lo cierto es que recordamos que hubo quema de templos católicos en el contexto de la visita del Papa a Chile. Esto es sólo un ejemplo de las grandes dificultades que ha acarreado a la Iglesia el tema de los abusos sexuales, de conciencia y de poder por parte de clérigos en la Iglesia. Afirmó el Papa también en esa conferencia de prensa: “encubrir abuso es un abuso”. Esa triste historia continuó desarrollándose en el tiempo.
Quiero mencionar algunos libros recientes de difusión profusa que tratan de estos casos, y frente a los cuales no podemos ser indiferentes.
Y Líbranos del mal, de Santiago Roncaglio(6). En uno de sus párrafos dice: “En esos días, en Punta Hermosa tenían encerrado a Gustavo, uno de los mayores de la casa, casi de la edad de Sebastian. Aunque nadie lo llamaba encierro; en realidad, el nombre oficial era retiro. Estaba claro que no se trataba de un premio. Si alguien preguntaba, Gustavo se encontraba haciendo una «profunda meditación sobre sus errores». Pero la naturaleza de esos errores se mantenía en la discreción de la jerarquía”. Esta novela intenta reconstruir la historia del nacimiento y desarrollo de una comunidad religiosa. Me parece que el autor en este pasaje cuestiona, entre otras cosas, el quién será capaz de poner fin a la discreción del abuso del poder.
Depredadores sagrados. Pederastia clerical en México, Bernardo Barranco (Coordinador)(7). Este texto contiene una serie de ensayos que el sub título expresa. En la Introducción afirma: “La llegada del Papa Francisco en 2013 a la silla pontificia levantó demasiadas expectativas. Prometió tolerancia cero y creó la comisión pontificia para atender los abusos, presidida por el cardenal estadounidense Sean O`Malley. Sin embargo, pareció no tener urgencia ni tomar acciones de fondo hasta que estallaron nuevas convulsiones, provocadas por las acusaciones penales a George Pell, cardenal australiano, número tres en la curia vaticana, acusado de pederastia y encubrimiento en aquel país”. El texto incluye una cronología de los principales casos que inicia en noviembre de 1987 con las acusaciones al sacerdote mexicano Nicolás Aguilar Rivera y va hasta noviembre de 2020 con el tema del ex cardenal y arzobispo de Washington Theodore McCarrick. En el párrafo en mención el coordinador del texto se queja de una lentitud en el tomar medidas contra los abusos.
Si queremos ser pastores en medio de nuestro pueblo, de nuestras comunidades que sufren y añoran, que gimen y desesperan, que nos reclaman y acompañan, que nos dan el pan de cada día, debemos creer que el pensamiento y la reflexión, provocados por la realidad, no son ciertamente los menores de los talentos que el Señor reparte a manos llenas y de los que espera sus réditos (cfr, Mt 25, 14-30): una proclamación, un informe valiente, profético, lleno de cansancio y de júbilo, siendo testigos de su amor que duplica el fruto de nuestro esfuerzo.
Así, “sedientos al broquel de tus pozos/ y hambrientos de tu casa,/ venimos, Padre,/ el corazón entre tus brazos,/ la frente humilde de delitos,/ a recibir tu denario”(8); ese cotidiano de la mañana, para trabajarlo, y el vespertino para saciarnos de tus dones.
Queremos salir cada día a pensar el mundo y actuar en él, de modo que nuestra misión cotidiana sea dar belleza al mundo y esperanza a la historia, juntos, como hermanos, para salvar la fraternidad, saliendo de la auto referencialidad que es finalmente una prisión y, arriesgarlo todo en la condivisión de nosotros mismos.
Hemos contemplado demasiada barbarie: personas inertes pateadas en el estadio, “fusilados” en Michoacán cuyos cuerpos no aparecen, la guerra en Ucrania, etc. Muchas cosas feas, malas. ¿Qué mundo es este que nos tocó vivir? ¿Acaso más cruel que el del crucificado tras un juicio sumario? ¿Acaso las manos actuales que ejecutan son menos fratricidas que las de Caín?
En latín bonus significa bueno, y bellus es su diminutivo, que significa bonito, bello.
La experiencia de lo que tiene un sentido se da en la condivisión, tiene una naturaleza estética, desde el momento que coincide con la percepción de la belleza de la vida, y no simplemente con una cierta visión intelectual que tengamos de esta última. Pues lo que es bello resalta respecto del resto, capta nuestra atención, nos maravilla y nos atrae; nos seduce, empujándonos a salir fuera de nosotros mismos(9). De ahí que la belleza de la vida merece ser vivida, no obstante el dolor y la muerte.
Hermanos en el sacerdocio de Jesucristo
Rutilio Grande García SJ
Nace el 5 de julio de 1928 en El Paisnal, pueblo localizado a unos 35 km de San Salvador, en El Salvador, en el seno de una familia sencilla, campesina. Su padre Salvador Grande, su madre Cristina García. La muerte prematura de su madre le lleva a vivir con su abuela, lo que le marcará con una fuerte experiencia de piedad popular.
Estudios
De adolescente estudió en el Seminario San José de la Montaña, en la capital de su país, que por entonces era dirigido por los padres jesuitas. En 1945 entró en la Compañía de Jesús. En su itinerario de formación estuvo en Venezuela, Ecuador, España, Francia y Bélgica. La filosofía y teología, siete años intensos de estudios, los realizó en Oña, España.
En 1963 va a los cursos de la Lumen Vitae en Bruselas, Bélgica. A su regreso continúa en el Seminario hasta 1970.
Ordenación. Fue ordenado sacerdote en 1959.
Homilía en la Solemnidad de la Transfiguración del Señor en Catedral, el 6 de agosto de 1970, fiesta nacional de El Salvador, estando la Conferencia Episcopal y el Gobierno en pleno.
1972, otoño. Párroco de pueblo.
Su trabajo pastoral.
Partía de la piedad popular y estaba en relación con la llamada “Teología del pueblo”, desarrollada en Argentina por Lucio Gera, de la cual también el Papa Francisco ha estado influenciado.Había que purificar la piedad popular de elementos mágicos y evangelizarla.
Creó el Festival del maíz para reconocer el valor de las tradiciones indígenas.
Impulsó la lectura de la Sagrada Escritura para ligarla a la vida de las personas, con el método ver, juzgar y actuar. Nacieron así los delegados de la Palabra.
Surgió así una acción social y política: surgieron sindicatos y el reclamo de salarios justos.
Su Homilía que le lleva a la muerte: Homilía de Apopa, 13 Febrero de 1977.
“Pero, ¿qué hecho nos congrega este día? ¿Por qué estamos en Apopa asoleándonos? ¡Ustedes, hermanos, nosotros estamos muy cómodos aquí en la sombra!
El hecho que hoy nos congrega en Apopa, de todos los rincones de la Vicaría, e incluso de otras comunidades de fuera de las fronteras de nuestra Vicaría, es el caso del padre Mario. Es un acontecimiento eclesial. La Iglesia no se puede quedar callada. No puede quedar al margen de este hecho. Nos sentimos afectados.
Lo oímos en el pueblo: ¿qué van a hacer ustedes? La gente sencilla, las gentes humildes nos decían allá por los cantones –son los que oían al padre Mario a través de los aires– “¡¿qué van a hacer?!”.
¡Pues aquí estamos! Por lo menos para dar este símbolo de protesta oficial de la Iglesia, de nuestras comunidades, de esta parte de la Iglesia de la Arquidiócesis. Era sacerdote de la Iglesia local de San Salvador y concretamente aquí, párroco de Apopa, como una misión de parte de la Iglesia dentro de esta comunidad.
Sorpresivamente ha sido expulsado con violencia moral de hechos precipitados en cadena, sin acusación probada en juicio, y sin oportunidad de defenderse. Contra todos los derechos humanos de todas las naciones civilizadas de la tierra. Y lamento que en mi tierra esto ocurra. Si ha cometido el padre Mario un hecho delictivo, pues que se le juzgue y que se nos diga públicamente el veredicto. Incluso a Jesús de Nazaret se le hizo un juicio amañado y público en la noche del jueves y viernes santo. Esto ni siquiera se le ha permitido al pobre padre Mario.
¡Me dicen que era un extranjero! ¡¿Qué el padre Mario era extranjero?! Ciertamente, y de América Latina. Yo me pregunto si en la América Latina, descubierta por Colón, y en la que estamos todos amasados de café con leche y sangre de la misma forma, somos extranjeros! ¿Es que somos extranjeros en alguna parte?
– De Colombia… ¡Mucho hablar de la hispanidad el 12 de octubre, levantar banderitas muchos niños aplaudiendo con sus maestras! El día de la hispanidad, el día de América Latina… ¡¿Qué es eso…?!
¡Extranjero él! ¡Pero no es éste el problema!
Está en juego la cuestión fundamental de ser cristiano hoy día, y ser sacerdote hoy día en nuestro país y en el continente que está sufriendo la hora del martirio. Ser o no ser fiel a la misión de Jesús en medio de este mundo concreto que nos ha tocado vivir en este país. Si se es en el país un pobre sacerdote o un pobre catequista de nuestra comunidad, se le calumniará, se le amenazará, se le sacará de noche en secreto, y es posible que le pongan una bomba. ¡Ya ha pasado! Y si es extranjero lo sacarán. ¡Ya han sacado a muchos extranjeros! Pero la cuestión fundamental permanece en pie.
¡Es peligroso ser cristiano en nuestro medio! ¡Es peligroso ser verdaderamente católico! Prácticamente es ilegal ser cristiano auténtico en nuestro medio, en nuestro país. Porque necesariamente el mundo que nos rodea está fundado radicalmente en un desorden establecido, ante el cual la mera proclamación del Evangelio es subversiva. ¡Y así tiene que ser, no puede ser de otra manera! ¡Nos encadena un desorden, no un orden!
Prácticamente el sacerdote y el simple cristiano que ponen en práctica su fe, según las sencillas y simples líneas maestras del mensaje de Jesús, por fidelidad ha de vivir entre dos polos exigentes: la Palabra de Dios revelada y el Pueblo. El de siempre, el de las grandes mayorías, el del margen del camino, el enfermo que clama, el esclavizado, el que está al margen de la cultura –60 por ciento de analfabetos–, el que tiene mil alienaciones, el que vive en un sistema feudal de hace siglos.”
Fue pronunciada con motivo de la expulsión del Padre Mario Bernal. La pronunció ante unas 6, 000 personas.
Asesinado el 12 de Marzo de 1977.
“El 12 de marzo de 1977, hacia las cinco de la tarde, el Padre Rutilio Grande junto con Manuel Solórzano (72 años) y el joven Nelson Rutilio Lemus (15), se dirigía en su vehículo “zafari” hacia El Paisnal, población situada a unos 40 kilómetros de la capital, para celebrar el último día de la novena en honor a San José, patrono de la comunidad.
En El Paisnal, el templo lucía preparado para la fiesta. Los asistentes abarrotaron el lugar. Mientras, el padre “Tilo”, como lo llamaban los campesinos, fue emboscado por un grupo de hombres armados quienes dispararon contra el “zafari” y sus pasajeros. El auto volcó y en su interior quedaron tres cuerpos sin vida. El reporte forense afirma que el padre Grande recibió doce balazos”(10) (Manuel Cubías – Vatican News).
Homilía de Romero en su funeral: “Si fuera un funeral sencillo hablaría aquí, queridos hermanos, de unas relaciones humanas y personales con el Padre Rutilio Grande, a quien siento como un hermano. En momentos muy culminantes de mi vida, él estuvo muy cerca de mí y esos gestos jamás se olvidan (14 de marzo de 1977).
Homilía de Romero 23 de marzo de 1980. Quinto Domingo de cuaresma.
“Yo quisiera hacer un llamamiento de manera especial a los hombres del Ejército, y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles: Hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos y, ante una orden de matar que dé un hombre, debe de prevalecer la ley de Dios que dice; “No matar”. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el Gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!”.
Beatificación de Rutilio Grande: la inicia la Arquidiócesis de San Salvador hacia finales de 2014 como mártir, junto con sus dos compañeros.
Beatificado el 22 de enero en El Salvador, el padre Rutilio Grande S.J. junto con los laicos Manuel Solórzano y Nelson Rutilio Lemus, asesinados el 12 de marzo de 1977 y fray Cosme Spessotto O.F.M. asesinado el 14 de junio de 1980. Se señala como autores a grupos paramilitares.
Es la respuesta a la realidad lo que puede y debe hermanarnos, la posibilidad de una pequeña comunidad debe ser desde la pastoral.
Pbro. Filiberto Cruz Reyes
17 de Mayo de 2022
Seminario Diocesano de Querétaro
(1) Bernanós, G; Diario de un Cura rural. Madrid 1998, p. 65.
(2) Mandela, Nelson; Conversaciones conmigo mismo. México 2013, p. 7.
(3) http://www.informeseguridad.cns.gob.mx/files/homicidios_30042022_v2.pdf. Consultado el lunes 16 de mayo de 2022 a las 22.00 hrs.
(4) Samuel Beckett, citado por Rieff, David; en Elogio del olvido. Las paradojas de la memoria histórica. Barcelona 2017, p. 23.
(5) Cruz R; Filiberto; Navidad, luz y consuelo. En El Heraldo de Navidad 2020. Querétaro. Pp. 42-45.
(6) México, mayo de 2021, p. 368.
(7) México, agosto de 2021.
(8) Himno de Vísperas, Martes II.
(9) Sorrentino, Vincenzo; Dare bellezza al mondo. En L’Osservatore Romano, 10 de marzo 2022, p. 6.
(10) https://www.vaticannews.va/es/iglesia/news/2022-01/el-salvador-beatificacion-rutilio-grande-biografo-rodolfo-carden.html. Consultado 16 de mayo de 2022.