En Navidad nace La Paz

«Gloria a Dios en las alturas

y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace» 

Lc 2, 14

La Navidad es pan

Se acercan ya esos días que preceden a la Navidad y surge esa pregunta constante: ¿mamá, cuándo vamos a poner el Nacimiento? Le llamamos así a la representación del Nacimiento de Jesucristo, lleno de figuras de todo tipo de materiales y tamaños: las hay de barro y porcelana, de plástico y papel; pequeñas y grandes, de los más variados colores y texturas. Cuando llega el momento en torno a los días en que empiezan las posadas, se desempolvan cajas llenas de artículos para la ocasión: esferas, heno, figurillas de animales: el buey, la mula, guajolotes, gallinas y otras aves de corral; elefantes, caballos, leones, osos, panteras, jirafas, cerdos y cuanto animal pueda uno imaginar. Hay personajes que no pueden faltar: los reyes magos, los pastores y pastorcitas haciendo diversas labores, beduinos, el ángel, etc; y por supuesto los personajes estelares: san José, la Virgen María y el Niño Dios.

Dice el Papa Francisco a propósito del Nacimiento o Belén: “En este sencillo y maravilloso signo del belén, que la piedad popular ha acogido y transmitido de generación en generación, se manifiesta el gran misterio de nuestra fe: Dios nos ama hasta el punto de compartir nuestra humanidad y nuestra vida. Nunca nos deja solos; nos acompaña con su presencia escondida, pero no invisible. En toda circunstancia, tanto en la alegría como en el dolor, Él es el Emmanuel, Dios con nosotros”(1). En medio de este ambiente festivo no puede faltar el momento de compartir la mesa, las viandas tradicionales de cada lugar, recetas transmitidas de generación en generación en las familias. En esos días somos más sensibles para perdonar y olvidar las ofensas, estamos dispuestos a compartir el pan: en el fondo intuimos lo que afirma Francisco: “El Hijo de Dios, viniendo a este mundo, encuentra sitio donde los animales van a comer. El heno se convierte en el primer lecho para Aquel que se revelará como «el pan bajado del cielo» (Jn 6,41). Un simbolismo que ya san Agustín, junto con otros Padres, había captado cuando escribía: «Puesto en el pesebre, se convirtió en alimento para nosotros» (Serm. 189, 4)”, (Admirabile Signum, n. 2).  Cuando compartimos el pan, la comida más sencilla sabe a gloria, a Pan de Vida, a Navidad, pues Jesucristo es el “pan único y partido” (Cfr. 1 Cor 10, 16-17) que los hermanos reunidos comparten. Nace ahí, en Belén, “casa del pan”, eso es lo que significa.

La Navidad es flor 

Es en el contexto de una cena con sus amigos, en la armonía y paz del hogar prestado, en el que Jesucristo entrega su cuerpo como el más grande signo de su amor por la humanidad. Fue en la última cena cuando Judas decidió poner fin a la armonía y a la paz de sus hermanos y amigos; víctima de oscuros anhelos fue solitario en pos de la mano fratricida, de esa mano que hace que hoy México salpique sangre; porque detrás de cada muerte violenta hay nombres concretos, de quien da la orden y de quien la ejecuta. La paz es frágil como una flor, es bella y quien se siente ajeno a ella intentará cortarla, pisotearla, trillarla. Al mirar cada Estado de nuestra patria, sumidos en la violencia, la situación de Ucrania o tantos sitios en el mundo víctima de las armas fraticidas constatamos lo que el Papa Francisco afirma, que la Tercera Guerra Mundial ya está aquí “en pedazos”, con todas sus secuelas: dolor, hambre, sufrimiento y muerte. Esto debería convencernos que la guerra no es problema solo de los otros, a todos nos afecta y lastima; la paz es una, o es de todos o de nadie.

Ya entre los antiguos atenienses decía Isócrates que la ambición inclina a la guerra, y que toda guerra tiene un costo, por eso los dirigentes de los pueblos deben ser prudentes en el tomar decisiones; que había que guardar y cumplir los tratados; que hay que reprender la necedad y locura de quienes hallan utilidad en la injusticia. Exhortaba a sus compatriotas a darse por bien servidos si podían vivir con seguridad, abundar en lo necesario para la vida, vivir en unión y concordia, así como merecer la estima de los demás pueblos (Oración social o de la paz). Esos consejos siguen vigentes también hoy entre nosotros, más cuando vemos cómo escala la violencia en nuestra patria ahora con tintes de terrorismo en contra de la sociedad civil (primeros días de agosto): un estado de derecho socavado, la utilidad económica injusta de quienes venden y trafican las armas asesinas que inundan nuestra patria y la aquiescencia internacional de ciertas autoridades, regiones del país que sufren escasez de alimentos porque la violencia que sufre el transporte es inusitada, etc. 

A ese estado de bienestar que es contrario a la guerra o la suspende, los antiguos griegos lo llamaron eirene (después los romanos le llamaron pax); es una situación basada en el orden y el derecho, y lleva consigo prosperidad y bendiciones; puede designar también el comportamiento pacífico. En la versión griega de la Biblia de los LXX eirene sustituye casi siempre al concepto hebreo de Shalom, para indicar el bienestar o prosperidad que viene de Dios, la salud corporal (Is 57, 18-19), la tranquilidad (Gn 26, 29), el entendimiento pacífico entre los pueblos y los hombres (1 Re 5, 26; Jc 4, 17), la salvación (Jr 29, 11).

En el Antiguo Testamento se anuncia una era mesiánica, en la cual dice el profeta Isaías: “Serán vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá. La vaca y la osa pacerán, juntas acostarán sus crías, el león, como los bueyes, comerá paja. Hurgará el niño de pecho en el agujero del áspid, y en la hura de la víbora el recién destetado meterá la mano. Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte, porque la tierra estará llena de conocimiento de Yahveh, como cubren las aguas el mar” (Is 11, 6-9). El profeta anuncia un tiempo en el que la humanidad conocerá a Dios y vendrá la paz, pues desconocer a Dios es envilecerse, deshumanizarse, por eso el mismo profeta denuncia la ignorancia o nescientia (no ciencia, no conocimiento) del ser humano respecto a Dios: “Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo. Israel no conoce, mi pueblo no discierne” (Is 1, 3). Esto es lo que quiere expresar el Nacimiento navideño, la llegada del Mesías y la paz que trae con su presencia, por eso el Nacimiento admite figuras de todo tamaño aunque no estén a escala, pues no es una maqueta, sino una profesión de fe en Jesucristo que es nuestra paz (cfr. Ef 2, 14) y es capaz de hacer que todas las personas y todos los pueblos podamos vivir en paz.

Tampoco puede faltar la estrella en el Nacimiento, es la que va conduciendo a los reyes magos hasta el lugar de su peregrinación. La “flor de nochebuena” también conocida como “estrella de navidad” es parte esencial del entorno del Nacimiento; ambas estrellas son símbolo de un niño que nace “a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz” (Lc 1, 79).

La Navidad es vida

De nativitas, -atis en latín, deriva el vocablo “natividad”, y luego de ahí por abreviación “navidad”, que significa “nacimiento”, “generación”. Por eso celebrar la Navidad es una vocación, una tarea; trabajar para que todo ser humano tenga una vida digna es algo irrenunciable y brota del mensaje del Niño ya adulto: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10), es decir, tener una vida en paz.

Pero la paz puede ser desconocida (Lc 19, 42), menospreciada y ensombrecida (Rm 3, 12.17), o rechazada (Lc 10, 5-6); Satán se opone a ella (Rm 16, 20). La paz es el nacimiento de una persona: Juan el Bautista (Lc 1, 79) y Jesús (Lc 2, 14).

Al ser anunciada por Jesucristo, los hombres llegan a ser pacificadores, constructores de paz: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt 5, 9).

El Papa Juan XXIII, hoy Santo, en el contexto de la “guerra fría” y la crisis de los misiles de cuba, nos regalaba ese bello documento intitulado Pacem in terris (La paz en la tierra), sobre la paz entre todos los pueblos, que ha de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad. Si bien se refería a las relaciones entre los pueblos, lo mismo vale para las relaciones al interior de cada nación.

La verdad debe tener siempre en cuenta la dignidad de cada persona y eliminar todo tipo de racismo; las personas pueden diferir en los diferentes grados de cultura o desarrollo económico, sin embargo esto no podrá nunca justificar el hecho que unas hagan valer injustamente la propia superioridad sobre las otras. Respecto de la justicia no podemos dejar de unir el reconocimiento de los derechos al cumplimiento de los deberes. Las personas tienen el derecho a la existencia, al propio desarrollo, a los medios idóneos para lograrlo y ser las primeras artífices en la realización del mismo. Tendríamos que crecer en la conciencia de la fraternidad como un verdadero derecho, y no solo permanecer en la solidaridad, por otra parte siempre necesaria. En este campo está el tema de las migraciones y la sola presencia del otro nos interpela, es un hermano. Sobre la libertad es necesario recordar que nadie tiene el derecho de ejercitar una acción opresiva sobre otra persona, baste pensar en tantas formas de esclavitud modernas: trata de personas, trabajo infantil, etc. Es necesario educar a los niños y jóvenes en un sentido de responsabilidad.

Frente al grave problema de la violencia muchos juristas proponen en los últimos años trabajar en lo que se viene llamando la “justicia transicional”, que retoma algunos de los elementos antes mencionados. Creemos que la paz es posible, tiene que ser posible y debemos imaginar caminos que nos conduzcan a ella. Podemos imaginar la paz como una niña: hermosa, radiante, frágil y expectante; tal vez como la imagen que acompaña nuestra sencilla reflexión, obra del Maestro queretano Gabriel García Aguas, intitulada “La paz de María Magdalena”. Por todo lo anterior decimos que la Navidad es pan, es flor, es vida trillada y resucitada, tal vez en eso pensaba Sor Juana cuando decía:

“En casa de pan

cual trigo floreado

estáis en la paja:

vos seréis trillado”.

¡Feliz Navidad!

Pbro. Mtro, Filiberto Cruz Reyes

Navidad 2022

(1) Francisco, Papa; Liturgia de la palabra y firma de la Carta sobre el pesebre. Santuario franciscano de Greccio, Italia; 1 de diciembre de 2919.

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