La persistencia de la realidad

El mundo ya estaba ahí cuando Dios creó al hombre, y lo puso ahí para que lo llamara por su nombre, para que lo intuyera (del latín in: dentro, hacia; y tueor, eris, tuitus sum, eri; es decir, 1. observar, mirar, contemplar; 2. Vigilar sobre, custodiar, defender, proteger; 3. Tener cuidado de, conservar, sustentar), para que descubriera su naturaleza. Ya desde el principio la ciencia del bien y del mal le corresponde a Dios y el ser humano no se lo puede arrogar (apropiar).

Por la desobediencia a este designio de Dios entró el pecado y la muerte en el mundo (cfr. Rm  5,12), sin embargo el amor de Dios por su creación persistió; comprender la realidad redimida por Jesucristo es tarea constante del cristiano, el discernir lo que es conforme a ese proyecto de amor y lo que no, de modo especial para los pastores de la Iglesia. El párroco y en modo óptimo el Obispo, son llamados “pastores” en los documentos eclesiales (CD 2, 11, 30), y a ellos se les encomienda realizar el “amoris officium”: el mirar con ese amor que discierne la realidad, así como es, para llevarla a su plenitud según el proyecto de Dios. Como afirmaba el Papa Benedicto XVI: “La verdad del amor evangélico atañe a todo hombre y a todo el hombre, y compromete al pastor a proclamarla sin temores ni reticencias, sin ceder jamás a los condicionamientos del mundo” (Discurso a las participantes en la III reunión del XI Consejo Ordinario del Sínodo de los Obispos. 1 de Junio de 2006). Tal vez así podríamos intuir el lema episcopal de Mons. Fidencio López Plaza: “Lo que no se asume, no se redime”. 

Este texto de San Ireneo está citado en el Documento de Puebla (DP 400), publicado en 1979, cuando Mons. Fidencio era seminarista; para 1982 cuando fue ordenado sacerdote se había embebido de él y así nos lo transmitió, cuando más tarde, siendo el responsable del SEDEC y nuestro maestro de catequesis en el Seminario, nos exhortaba con vehemencia a leer y asimilar este Documento episcopal. De manera especial gustaba citar de memoria, entre otros, el n. 1145: “El mejor servicio al hermano es la evangelización que lo dispone a realizarse como hijo de Dios, lo libera de las injusticias y lo promueve integralmente”. 

Luego, siendo el primer párroco en “Cristo de las Bienaventuranzas”, en la Menchaca brava y periférica, miró la realidad del mundo de la pobreza, las pandillas y la violencia; como Pastor la transformó a la luz de la Palabra de Dios, con el método de las pequeñas comunidades y al ritmo de cantos apropiados promovió la fraternidad, la justicia y la paz. 

En su segunda Parroquia, “Santo Tomás” en Tierra Blanca, Gto., contempló el mundo de los hermanos con su cultura originaria, y les invitó a entonar un canto nuevo: 

Vamos urdiendo la vida
haciendo congregación
con Ildefonso y María
la Biblia y la tradición.

La Biblia y la Tradición
son fuentes donde bebieron
san Ildefonso y María
dos florecitas de enero.

Dos florecitas de enero
anuncian la primavera
mil flores, copal y canto
signos de vida nueva.

Signos de vida nueva
estamos viendo y oyendo
de las entrañas del pueblo
algo nuevo está naciendo.

Al regresar a la ciudad, en la Parroquia del “Ministerio de Pentecostés” renovó la vida parroquial basada en las pequeñas comunidades que habían surgido bajo el sello del Espíritu y del P. Juan Manuel Pérez Romero, renovándolas y llevándolas un paso adelante. 

También en ese tiempo supo mirar la realidad, siendo el Vicario de Pastoral, llamado por Don Mario de Gasperín, VIII Obispo de Querétaro, a este Oficio, llevando a la práctica sus diversas cartas pastorales. 

Luego, al ser llamado por el Romano Pontífice como V Obispo de San Andrés, Tuxtla, Ver; en su Primera Carta Pastoral, intitulada “Iglesia en salida. Casita sagrada donde vive, camina, anuncia, celebra y sirve la familia de Dios en Misión”, continuó dirigiendo su mirada y corazón de pastor hacia la realidad, pues su Carta está dividida en tres partes: I. Miramos la realidad; II. Interpretamos y discernimos y III: Actuamos como Iglesia Diocesana en salida con la esperanza y la alegría de la familia de Dios.

Ahora, ya entre nosotros como el X Obispo de Querétaro, vuelve a retomar textos de Puebla en su Primera Carta Pastoral, a la que tituló: “Ante las crisis y pandemias de ayer, hoy y siempre EL MEJOR SERVICIO AL HERMANO ES LA EVANGELIZACIÓN”. En la Carta nos invita a acercarnos a la realidad para escuchar los “gritos que surgen de las crisis y pandemias”, y nos recuerda una vez más el Documento de Puebla (DP n. 89), dice parafraseándolo, “son gritos claros, crecientes, impetuosos y en muchos casos, amenazantes (Carta n. 16).

Esta persistencia en mirar la realidad para redimirla en Jesucristo es lo que Puebla expresaba al afirmar: “En Cristo y por Cristo, Dios Padre se une a los hombres. El Hijo de Dios asume lo humano y lo creado, restablece la comunión entre su Padre y los hombres. El hombre adquiere una altísima dignidad y Dios irrumpe en la historia humana, vale decir, en el peregrinar de los hombres hacia la libertad y la fraternidad, que aparecen ahora como un camino hacia la plenitud del encuentro con Él” (n. 188).

O como nos ha dicho el Papa Francisco: “conviene recordar brevemente cuál es el contexto en el cual nos toca vivir y actuar. Hoy suele hablarse de un «exceso de diagnóstico» que no siempre está acompañado de propuestas superadoras y realmente aplicables. Por otra parte, tampoco nos serviría una mirada puramente sociológica, que podría tener pretensiones de abarcar toda la realidad con su metodología de una manera supuestamente neutra y aséptica. Lo que quiero ofrecer va más bien en la línea de un discernimiento evangélico. Es la mirada del discípulo misionero, que se «alimenta a la luz y con la fuerza del Espíritu Santo» (EG 50).

De este modo, en el ministerio de Mons. Fidencio siempre “permanece válido, en el orden pastoral, el principio de encarnación formulado por San Ireneo: «Lo que no es asumido no es redimido» (DP 400). Su retrato, hoy develado, nos debe recordar constantemente el núcleo de su pensamiento pastoral: ese principio y misterio de la Encarnación, de la humillación y humildad, virtud que siempre ha distinguido la persona y estilo de don Fidencio.

Felicidades por sus 41 años de Ministerio sacerdotal Padre Fide, Monseñor Fidencio López Plaza, nuestro X Obispo de Querétaro.

Pbro. Mtro. Filiberto Cruz Reyes
Santa Iglesia Catedral, 20 de Febrero de 2023
Santiago de Querétaro, Qro.

 

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