Sobre el autor.
El 19 de marzo de 2020 la Sala de Prensa de la Santa Sede, publicaba en su Boletín que “El Santo Padre ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la Diócesis de Ciudad Valles (México), presentada por su Excelencia Reverendísima Monseñor Roberto Octavio Balmori Cinta, M.J.
El Santo Padre ha nombrado Obispo de Ciudad Valles (México) al Reverendo Roberto Yenny García, del clero de la Diócesis de Tampico, Secretario para las relaciones institucionales de Conferencia del Episcopado Mexicano”.
Su consagración episcopal fue el 17 de Junio de 2020.

En nuestra ciudad de Querétaro el 18 de marzo de ese mismo año, la Secretaría de salud del Estado de Querétaro “con el propósito de combatir la enfermedad del COVID-19”, recomendaba implementar de manera inmediata algunas acciones; entre ellas “permanecer en su domicilio si no se tiene una causa urgente o imprescindible que lo obligue a salir de él”. Así empezó nuestra experiencia del auto confinamiento que habíamos visto por los medios de comunicación: primero en China (¡que parecía tan lejana!), luego en Europa y después en todo el orbe prácticamente.
Por este motivo la Consagración de Mons. fue a puerta cerrada, con unas cien personas, como informaron algunos medios. Cosa no tan distinta a nuestra experiencia de recibir a Mons. Fidencio López Plaza como X Obispo de Querétaro, ese 19 de Octubre de 2020.
Sobre el texto.
En ese lapso de encierro vimos muchas cosas: personas que llevaron sus seres queridos al hospital y les entregaron en pocos días las cenizas de sus seres queridos, murieron en el hospital, no podía haber velorio, ni misa de cuerpo presente, familias dolidas y desconcertadas que perdieron a más de un miembro de la familia, etc.
Todo esto marcó nuestra sensibilidad y forma de relacionarnos, la llamada “distancia social” nos llevó a situaciones de aislamiento y soledad. Teníamos necesidad de acompañamiento. Fue en este contexto que nuestro autor inició su ministerio episcopal, y que seguramente marcó su sensibilidad para buscar estar cerca de las personas acompañándolas, como insistirá en el texto en comento: “La consejería pastoral es el acompañamiento ofrecido por la comunidad cristiana a las personas que pasan por momentos críticos de su existencia (pérdida del trabajo, situaciones familiares complejas, dilemas morales, enfermedad, etcétera”) o están en búsqueda de crecimiento humano y espiritual”. (p. 15).
Elegido por el Papa francisco como sucesor de los Apóstoles, nuestro autor no es ajeno al pensamiento y magisterio de nuestro amado Romano Pontífice, en el texto que nos reúne cita tres de sus grandes documentos: Evangelii Gaudium, Laudato si’ y Amoris laetitia; mismos que afrontan grandes problemas bioéticos. Sin embargo nuestro autor no usa como subterfugio el Magisterio Pontificio o su autoridad de Obispo, ambos están acompañados de un amplio conocimiento en la materia en cuestión, la bioética: cita al menos una cincuentena de autores contemporáneos; proponiéndonos así una amplia bibliografía.
Afirma el Papa Francisco en Evangelii Gaudium: “Algunas patologías van en aumento. El miedo y la desesperación se apoderan del corazón de numerosas personas, incluso en los llamados países ricos. La alegría de vivir frecuentemente se apaga, la falta de respeto y la violencia crecen, la inequidad es cada vez más patente. Hay que luchar para vivir y, a menudo, para vivir con poca dignidad. Este cambio de época se ha generado por los enormes saltos cualitativos, cuantitativos, acelerados y acumulativos que se dan en el desarrollo científico, en las innovaciones tecnológicas y en sus veloces aplicaciones en distintos campos de la naturaleza y de la vida. Estamos en la era del conocimiento y la información, fuente de nuevas formas de un poder muchas veces anónimo” (n. 52).
En este cambio de época al que se refiere el Papa Francisco tal vez sea el mismo que hecho surgir la bioética como una ciencia y que es relativamente joven, pues esta trata de dar respuesta a los grandes temas de la vida, la filosofía, el derecho, la medicina, la creación, etc. Hoy hay quien se refiere no a la bioética, sino a las bioéticas, esto debido al pensamiento o intereses que hay de fondo en las diversas propuestas. Por ello nuestro autor refiere que su texto retoma como lo central a la persona: “el objetivo de la consejería pastoral es acompañar a la persona a ser autónoma en la gestión de su propia vida, a fortalecerse para afrontar los momentos difíciles y a orientarse mejor en el proceso de crecimiento humano y espiritual” (p. 21) y nos recuerda, hablando de la bioética, que “el pluralismo existente depende tanto de la antropología de referencia como de las teorías sobre la fundamentación del juicio ético” (p. 36); por lo que hará referencia a diversos modelos bioéticos tomando en cuenta sus presupuestos esenciales y fundamentación del juicio ético.
Nuestro autor propone una bioética en dos vertientes: filosófica y teológica, y lo hace al referirse a la formación de los futuros sacerdotes.En este contexto hace referencia a un reciente, bello y profundo decumento del magisterio eclesial: la Declaración Dignitas infinita (8 de abril de 2024) del Dicasterio para la Doctrina de la fe. Dicho documento afirma “Una dignidad infinita, que se fundamenta inalienablemente en su propio ser, le corresponde a cada persona humana, más allá de toda circunstancia y en cualquier estado o situación en que se encuentre. Este principio, plenamente reconocible incluso por la sola razón, fundamenta la primacía de la persona humana y la protección de sus derechos. La Iglesia, a la luz de la Revelación, reafirma y confirma absolutamente esta dignidad ontológica de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios y redimida en Cristo Jesús. De esta verdad extrae las razones de su compromiso con los que son más débiles y menos capacitados, insistiendo siempre «sobre el primado de la persona humana y la defensa de su dignidad más allá de toda circunstancia» (n. 1). Se entiende facilmente porqué el cuño filosófico y teológico centrado en la persona humana y que nuestro Autor propone.
Sobre la misión del Obispo.
“Obispo y Visita, pueden parecer, a primera vista, palabras privadas absolutamente de ligamen semántico. La investigación etimológica, sin embargo, permite superar la apariencia. Detrás del italiano vescovo (en castellano obispo), se encuentra el latin episcopus, copia del griego epískopos; a su vez, epískopos se deriva del verbo episképtomai/episkopéo. Resulta útil precisamente conocer con certeza qué significados y usos tuvo tal forma verbal.
En el griego profano (ver Jenofonte, Plutarco), esa indica fundamentalmente la acción de mirar, pero también la de reflexionar, así como la de visitar. En general se alude a personas enfermas.
En la lengua de los LXX, episképtomai expresa un concepto particularmente importante: el de la «visita» de Dios al pueblo de Israel entendida como momento de la intervención divina en la historia. Baste como ejemplo el texto de Gn 21,1, donde el verbo en cuestión indica la «visita» del Señor a Sara aún estéril y el de Ex 3,16 donde a través de Moisés el Señor dice: «He venido a visitarlos y a cuanto les sucede en Egipto». Las dos prevén «visitas» destinadas a incidir profundamente en las vicisitudes narradas. Después de la primera, Sara dará a luz a Isaac; después de la segunda, será la salida de Egipto.
También en el griego neotestamentario episképtomai es el verbo de la visita. Visita realizada simplemente a los enfermos o, más significativamente, a personas de las cuales se ha tomado el cuidado y se tiene responsabilidad. Así, Pablo exhorta a Bernabé al oficio apostólico de la visita a las comunidades de los lugares donde ya se anunció el evangelio, diciendo: «Vamos a visitar a los hermanos (episkepsòmetha toùs adelphoùs) de todas las ciudades en las cuales anunciamos la palabra del Señor, para ver cómo están» (Hch 15,36).
En la gama de significados de episképtomai tiene, por tanto, relevancia el uso semántico de la visita: visita a los enfermos, de Dios que interviene en la historia y de los hombres que se sienten corresponsables del destino de otros hombres.
Es por eso que me parece sea un deber del Obispo, mirar, asomarse, intervenir, reflexionar sobre la realidad, sobre todo lo concerniente a la vida humana (por eso el lema episcopal de Mons. “Para que tengan vida”) y esto como pastor de Iglesia, esa Iglesia que, como afirma el autor: “el Papa Franisco ha descrito como un «hospital de campaña». Una Iglesia en salida capaz de compartir —en el campo de batalla— alegrías, dolores y esperanzas con el mundo; una Iglesia que se sabe pecadora perdonada y llamada a servir, que puede y debe acompañar la fragilidad de las personas. Desde la propia vulnerabilidad. Una Iglesia dinámica, atenta a las transformaciones del mundo y capaz de llevar dentro de él su mensaje, sin imposiciones pero con la «fuerza de la ternura». Una Iglesia abierta a la escucha, al diálogo, a la amistad social. Una Iglesia que está dispuesta a salir y ensuciarse, en lugar de anquilosarse en la autoreferencialidad” (pp. 43-44).
A la luz de todo esto, si bien el apelativo de epískopos se utilizaba al interior de las primeras comunidades cristianas con motivos no concernientes a la idea de visitar, parece legítimo y fascinante encontrar en la etimología, la verdad de la lengua, un antiguo, posible ligamen entre el obispo y la visita, la segunda casi, en sentido pastoral, desde siempre fue parte de los deberes peculiares del primero”1.
Por estas y muchas más consideraciones más, el texto en comento y de reciente aparición (Junio de 2024) es un valioso aporte para quien en la Iglesia busca “caminar con”, es decir, ser sinodal. En buenahora Mons. Roberto Yenny García.
Pbro. Mtro. Filiberto Cruz Reyes
Parroquia de la Sagrada Familia-CISAV
Santiago de Querétaro, Qro. México, 30 de Agosto de 2024
- Cf. Miragoli, E., La visita pastorale: «anima regiminis episcopalis», en Quaderni di Diritto Ecclesiale 2 (1993) 122-149. Traducción Pbro. Mtro. Filiberto Cruz Reyes. ↩︎