Las mismas tentaciones

Homilía: Proverbios 30, 5-9; Sal 118; Lc 9, 1-6

Ayer como hoy Jesús sigue reuniendo a sus discípulos y sigue dándoles poder y autoridad, para expulsar demonios y curar enfermedades. Sigue enviándonos a predicar el Reino y curar a los enfermos. Este envío me parece que en primer lugar supone que estemos sanos, de lo contrario no llegaríamos lejos o podríamos contagiar a muchos y desatar una pandemia; lo hemos experimentado recientemente a raíz del Covid-19. También a través de todas las pandemias ideológicas que pululan sobre la faz de la tierra. El discípulo no puede ser mercenario. Tal envío es un don, así lo muestra la orden de no llevar nada para el camino; es su persona y testimonio su único capital y fortaleza; depende de quienes están en la casa a donde llegue, si no hay ahí verdaderos discípulos, le espera el rechazo y el descarte; así, la sinodalidad es imposible sin apertura de corazón y de las puertas de la casa. El camino es el lugar teológico para que el discípulo crezca, no debe instalarse pues esto le traería la atrofia del corazón (esclerocardia) y de los pies. Debemos siempre caminar (Sal: Condúceme, Señor, por tu camino).

El texto griego del evangelio utiliza dos conceptos distintos al hablar de “curar enfermedades (therapeuein)” y de “curar a los enfermos (iasthai)”.

El primer concepto, tiene que ver con el significado de: familia, cura, sanidad, atención, servicio médico; e insiste en la responsabilidad que esto conlleva, servir plenamente al Señor, en la persona del otro, de manera especial del más vulnerable (como en Mt 8, 7-8: “Dícele Jesús: «Yo iré a curarle.»  Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano»”).

El segundo concepto, tiene el significado de: sana, sanó, sanado, para sanar. Sanar, y esto especialmente por medios sobrenaturales, es decir, llevar al Señor a alguien para que lo atienda como el Gran Médico, y está emparentado teológica y gramaticalmente con el texto de Isaías (53, 4-5): “Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba! Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado.

El ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. Él soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus llagas hemos sido curados”.

Tanto en política como en la misión, tenemos siempre las mismas tentaciones:

  1. Pensar que el pueblo o la iglesia son nuestros.
  2. Buscar nuestros propios intereses.
  3. Querer imponer nuestros propios pensamientos, sin discernir.

Para ello, el texto de los proverbios nos recuerda que:

  1. “No alteres para nada sus palabras, no sea que te reprenda y resultes mentiroso”; es decir, no podemos pretender manipular impunemente su palabra con el fin de someter al pueblo o la iglesia.
  2. “No me des pobreza ni riqueza, dame tan solo lo necesario para vivir, no sea que la abundancia me aparte de ti y me haga olvidarte; no sea que la pobreza me obligue a robar y me lleve a ofenderte”; es decir, no podemos hacer de la misión un modus vivendi, en el sentido de ambicionar.
  3. “Toda palabra de Dios es verdadera. El Señor es un escudo para cuantos en él confían”. De nuestro primer concepto de curar, deriva terapia, pero también “therápon” en griego, “escudero”, es decir, el que ayuda al guerrero.

CISAV, que tu identidad de convocado y enviado, se fortalezca cada día más. Que el Señor nos sane con su palabra y con la caridad de los hermanos.

Pbro. Filiberto Cruz Reyes, Capellán.

25 de septiembre de 2024

En la Sede del Cisav, Qro. México

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