Los dos terminaron ejecutados de vil manera. Bernardo Bravo Manríquez, empresario productor de limones y líder de limoneros, era el Presidente de la Asociación de Citricultores del Valle de Apatzingán y voz de los mismos. Este lamentable hecho sucedió el lunes 20 de octubre del presente año, hace apenas unos días. Denunció la presencia de una red de extorsionadores que operaban en su rumbo, llegaron incluso a cortarles o derribarles las plantas de limón para presionarlos y amenazarlos.
El sábado 1° de noviembre, sí, hace apenas 4 días fue ejecutado públicamente en medio del Festival de las velas, frente a su familia el presidente Municipal de Uruapan: Carlos Alberto Manzo Rodríguez; ambos en el Estado de Michoacán. Había llegado a la Alcaldía a través de una candidatura independiente, antes había sido Diputado Federal por Morena.
¿Dónde está esa tierra Purépecha que vio la obra de Tata Vasco? Algunos ven en la gran obra de Vasco de Quiroga un intento de llevar a la realidad la obra Utopía de Tomás Moro: proyecto que buscaba evitar la explotación de los indígenas, a través de la creación de talleres y oficios, mismos que hasta hoy en día conservan muchos pueblos, la madera, el cobre, la palma, etc. Con esto buscaba una buena organización social y económica. Hoy Michoacán (y no solo) parece más un Estado distópico, lo contrario de utópico. El domingo por la tarde fuimos testigos por las redes sociales de una manifestación en Morelia, la Capital del Estado; misma que terminó en la toma del Palacio de Gobierno y una brutal represión a los participantes, como en los viejos tiempos. Duele ver a la juventud bajo las botas de los granaderos.

Recordemos que al hoy Santo Tomás Moro el poder irracional, distópico, le cortó la cabeza por negarse a firmar el Acta de supremacía, que reconocía el Rey Enrique VIII como jefe supremo de la Iglesia y desconocía al Papa.
A Manzo le arrebataron la vida el día que celebra a Todos los Santos y Vísperas de Los Fieles Difuntos.
Fue también un 1° de noviembre, pero de 1950, cuando el Papa Pío XII, con su Constitución Apostólica Munificentissimus Deus definía el dogma de la Asunción con estas palabras:
“Así, podemos esperar que quienes meditan en el glorioso ejemplo que María nos ofrece se convenzan cada vez más del valor de una vida humana dedicada por completo a cumplir la voluntad del Padre celestial y a traer el bien a los demás. Así, mientras las enseñanzas ilusorias del materialismo y la corrupción moral que se deriva de estas enseñanzas amenazan con extinguir la luz de la virtud y arruinar la vida de los hombres al fomentar la discordia entre ellos, de esta magnífica manera todos podrán ver con claridad a qué noble meta están destinados nuestros cuerpos y almas. Finalmente, esperamos que la creencia en la Asunción corporal de María al cielo fortalezca y haga más efectiva nuestra creencia en nuestra propia resurrección” (n. 42).
“Por lo cual, después de haber elevado repetidas veces nuestras oraciones de súplica a Dios, e invocado la luz del Espíritu de Verdad, para gloria de Dios Todopoderoso, que prodigó su afecto especial a la Virgen María, para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte, para aumento de la gloria de esa misma augusta Madre, y para gozo y exultación de toda la Iglesia; por la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo, y por nuestra propia autoridad, pronunciamos, declaramos y definimos como dogma divinamente revelado: que la Inmaculada Madre de Dios, la siempre Virgen María, habiendo completado el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”. (n. 44).
En un contexto de postguerra mundial y ante tantas atrocidades que la guerra provocó y que el mundo contempló, ante tanta muerte inútil y absurda (como hoy en México), el Papa nos invitava a levantar la vista al cielo, nos recordaba que Dios ha creado al ser humano para la virtud y las “enseñanzas ilusorias del materialismo y la corrupción moral” no pueden tener la última palabra.
Al mismo, también en Roma un día como hoy 4 de noviembre de también de 1950, el Consejo de Europa daba forma jurídica a La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 con el documento “Convenio Para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales”.
En su Artículo 2 leemos:
“Derecho a la vida
1. El derecho de toda persona a la vida está protegido por la ley.
Nadie podrá ser privado de su vida intencionadamente, salvo en ejecución de una condena que imponga la pena capital dictada por un Tribunal al reo de un delito para el que la ley establece esa pena.
2. La muerte no se considerará como infligida en infracción del presente artículo cuando se produzca como consecuencia de un recurso a la fuerza que sea absolutamente necesario:
a) en defensa de una persona contra una agresión ilegítima;
b) para detener a una persona conforme a derecho o para impedir la evasión de un preso o detenido legalmente ;
c) para reprimir, de acuerdo con la ley, una revuelta o insurrección.”
Tal vez el sustrato de dicho derecho a la vida parta del viejo adagio romano atribuido al jurista Ulpiano: “Iusticia est quique tribuere ius suum” (Dar a cada uno su derecho). Esto supone que las cosas están repartidas, y una que nadie nos otorga sino que la poseemos de modo intrínseco a nuestra misma existencia es la dignidad humana, que implica el derecho a la vida. Si este derecho no se respeta ¿cómo podrán respetarse los otros?
El mismo día 1° de noviembre, día de la ejecución de Manzo, el Papa León XIV declaraba Dr. de la Iglesia a San John Henry Newman. En su obra “El sueño de Geroncio”, expresa:
I
GERONCIO
¡Jesús, María! Ya me acerco al tiempo
Y en vuestras voces vivas lo conozco,
no por el signo de este escaso aliento,
este frío en el pecho, este helor hondo.
(¡Rogad por mí, tened misericordia!)
Siento en este momento un ansia nueva,
(¡ayúdame, Señor, en esta hora!)
que mi ser se disipa como niebla,
este extraño abandono en mis adentros
(¡oh, Dios, Señor del alma, en Ti confío!),
este vaciarse de cada miembro
de todo ese vigor por el que existo.
Rogad por mí, amigos: un extraño
llama a mi puerta. Su apariencia oscura
es del terror un misterioso heraldo
que antes no he conocido nunca, nunca.
Es la muerte. ¡Rezad, amigos míos!
Como si el propio ser a ella cediera,
como si ya no fuese una sustancia,
regresase a la nada primigenia
—¡Dios mío, ayúdame, Refugio y Casa!—
y de allí no volviese y descendiera
cayendo de este mundo y sus murallas
en ese foso vacuo, informe, negro:
mi antiguo origen, la absoluta nada.
Esto es lo que en mí tiene argumento:
¡el horror! Esto, mis amigos, esto.
Rezad, amigos, aunque os falte el aire.
Al final del texto le dice el
ÁNGEL
Oh, alma rescatada, suavemente
entre mis brazos con amor te envuelvo
y en el río cuya agua purifica
te sumerjo, sostengo y alzo luego.
Y te dejo en el lago con cuidado
y tú, sin resistencia ni nostalgia,
con gran destreza salvas la corriente
y te pierdes, lejano, en la distancia.
Los ángeles, que cumplen su tarea,
te darán ánimo, calor y auxilio;
y misas en la tierra y oraciones
del Cielo han de llevarte hasta el Altísimo.
¡Adiós, mas no por siempre! Hermano amado,
ten paciencia y valor en tu agonía.
La noche de tu juicio será breve
y te despertaré al romper el día”.
¿Hasta cuándo aprenderemos a vivir en justicia y paz? ¿Cuántos miles más de ejecutados, extorsionados, reprimidos, desaparecidos tendremos que soportar? Necesitamos verdaderos estadistas de altura con grandes ideales y virtudes, capaces en todos los campos que se necesitan. Para eso necesitamos ser reeducados en el amor a la verdad, en San John Henry Newman tenemos un gran ejemplo.
Pbro. Mtro. Filiberto Cruz Reyes
4 de Noviembre de 2025