Si se mantienen firmes conseguirán la vida

Daniel 5, 1-6. 13-14. 16-17. 23-28; Daniel 3, 62. 63. 64. 65. 66. 67; Lc 21, 12-19

Fue un 23 de noviembre de 1995 cuando Usted, Señor Obispo Mario de Gasperín Gasperín, siendo el VIII Obispo de Querétaro, impuso las manos a ocho jóvenes diáconos llenos de sueños y esperanzas para servir al pueblo de Dios como presbíteros de la Santa Iglesia Católica, bajo el patrocinio del Beato Miguel Agustín Pro SJ, mártir cristero. Ahora, 30 años después, dos de ellos, Francisco Estrella y Juan Marcos Granados, han sido llamados a la casa del Padre. Descansen en paz.

Hoy el primer sentimiento que de mí brota es de gratitud: a Dios por tan inmenso e inmerecido don del Sacramento del Orden, una vía para buscar la fraternidad negada por Caín a su hermano Abel.

Gracias a Usted por su generosidad constante en acompañarnos en nuestro ministerio, pues nunca me faltó ni corrección oportuna ni palabra luminosa en el seguimiento del Señor; gracias por su paciencia; por su ejemplo de búsqueda de la relación entre Palabra y realidad, por sus constantes escritos que nos guían y nos desafían. Gracias por enseñarnos que como dijo el filósofo, “las palabras son como hijas del alma” y en ese sentido hay que hacerse cargo de ellas: tenemos el testimonio suyo de haber sido procesado civilmente por anunciar el Evangelio. Sí, fue en tiempos de quien en su momento empuñó un crucifijo y visitó la Basílica de Guadalupe al inicio de su mandato; hoy también portan en su ropa la sagrada imagen de la Virgen de Guadalupe como enseña electorera aunque no crean el Ella. 

Su actitud de anunciar la verdad completa del Evangelio a cualquier precio nos recuerda la actitud de Daniel ante el Rey Baltasar: “Puedes quedarte con tus regalos y darle a otro tus obsequios. Yo te voy a leer esas palabras y te las voy a interpretar”. Nos enseñó que no hay recetas para la vida, sino un constante discernimiento evangélico. Recuerdo que un día en que fui a pedir su sabio consejo porque me habían pedido que no escribiera, su rostro se llenó de santa indignación y me dijo enfático y con prontitud, sin titubeos: “La Palabra de Dios no está encadenada” (2 Tim 2, 9). Era una invitación a la “paciencia”.

Hoy el texto del Evangelio que hemos escuchado utiliza el sustantivo “hypomoné” que se traduce aquí como “mantenerse firmes”. Puede significar también: “aguante, enteresa, paciencia”. Mientras que el verbo “hypoméno” puede ser traducido como “ser paciente, perseverar”. Ya Homero lo usó con el sentido de rezagarse, quedarse, y no retirarse, quedar con vida, perseverar, mantenerse firme; también como “esperar, aguantar”.

A partir de Platón el sustantivo adquiere un sentido de “entereza, aguante, constancia firme y aguerrida”. Tiene ya un carácter valorativo; “para los griegos, el hombre libre es el que sabe sobrellevar las cargas, dificultades y peligros de la existencia sin necesidad de esperar ninguna recompensa material o moral sino únicamente por su propio honor”1.

Afirma Pablo que una característica del Apóstol es la “paciencia perfecta en los sufrimientos” (2 Cor 12, 12). La fuerza y el soporte de toda paciencia y perseverancia es la esperanza; esperanza de que el Señor cumplirá su Alianza, de que el Señor volverá, tiene un acento marcadamente escatológico, pues soportar sin esperanza es como si Cristo no hubiera resucitado. El aguantar puede suponer el martirio, no solo en el sentido de dar testimonio sino también el testimonio supremo: “Los perseguirán y los apresarán, los llevarán a los tribunales y a la cárcel, y los harán comparecer ante reyes y gobernantes por causa mía. Con esto ustedes darán testimonio de mí”. Gracias Don Mario porque hemos visto su testimonio. Gracias por haberme enviado a estudiar a Roma, el contacto con el lugar del martirio de los Santos Apóstoles y la experiencia de una Iglesia Universal, siempre serán en mi vida fuente de paciencia. Gracias por los años en que me encomendó el coordinar la formación intelectual de nuestro presbiterio: ahí conocimos muchas personas y testigos de la paciencia. Gracias porque al soñar con una institución como el CISAV encendía un faro de luz que ha cumplido ya 17 años irradiando palabras de paciencia y parresía.

Gracias a mi familia que me inculcó con sencillez una paciencia valiente que brota de la prudencia más que de la temeridad. Gracias a mis hermanos sacerdotes, de manera especial a los de mi pequeña comunidad, en ellos he encontrado esa fuerza que sólo la fraternidad reconciliada puede dar. 

Gracias a Mons. Fidencio López Plaza, X Obispo de Querétaro, por permitirme caminar con esta formidable comunidad del CIVAV, y que me han acogido con paciencia; a ellos quiero recordar las palabras recientes del Papa León XIV en su catequesis del 22 de noviembre del presente, tal vez puedan ser como un criterio hermenéutico de su labor y que tiene que ver con la espera:

“Jesús vino a traer fuego: el fuego del amor de Dios a la tierra y el fuego del deseo en nuestros corazones. En cierto modo, Jesús nos quita la paz, si pensamos en la paz como una calma inerte. Pero esa no es la verdadera paz. A veces nos gustaría que nos “dejaran en paz”: que nadie nos molestara, que los demás dejaran de existir. Esa no es la paz de Dios.

La paz que Jesús trae es como un fuego y nos exige mucho. Nos pide, sobre todo, que tomemos partido. Ante las injusticias, las desigualdades, donde se pisotea la dignidad humana, donde se silencia a los más débiles: tomar partido. Esperar es tomar partido. Esperar es comprender en el corazón y demostrar con hechos que las cosas no deben seguir como antes. También este es el fuego bueno del Evangelio. 

Me gustaría recordar a una pequeña gran mujer estadounidense, Dorothy Day, que vivió en el siglo pasado. Tenía fuego dentro. Dorothy Day tomó posición. Vio que el modelo de desarrollo de su país no creaba las mismas oportunidades para todos, comprendió que el sueño para muchos era una pesadilla, que como cristiana debía involucrarse con los trabajadores, con los migrantes, con los descartados por una economía que mata. Escribía y servía: es importante unir la mente, el corazón y las manos. Esto es tomar partido. Escribía como periodista, es decir, pensaba y hacía pensar. Escribir es importante. Y también leer, hoy más que nunca.

Y luego Dorothy servía comidas, daba ropa, se vestía y comía como aquellos a quienes servía: unía la mente, el corazón y las manos. De esta manera, esperar es tomar partido”.

Sí, una labor imprescindible de nuestra amada institución es el pensar y hacer pensar, leer y escribir la historia del amor de Dios por todas las personas a pesar de que podamos llegar a negar la fraternidad, Él nunca nos niega su paternidad amorosa.

Gracias a todas las personas con quienes hemos compartido el pan, las penas y alegrías, la palabra y la espera. 

Pbro. Mtro. Filiberto Cruz Reyes

En la Sede del CISAV

Santiago de Querétaro, Qro. 26 de Noviembre de 2025

  1. Coenen, Lothar – Beyreuther, Erich – Bietenhard, Hans; Diccionario Teológico del Nuevo Testamento Vol. III. Voz: Paciencia (hypoméno). ↩︎

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