Estar en pie

Homilía en la Misa de Acción de gracias a Dios

Por los 80 años de vida de mi madre Jacoba

Dn 7, 15-27; Dn 3,82-87; Lc 34-36

Querida mamá, hoy nos hemos reunido con motivo de tu cumpleaños número 80, para con el salmista decir a Dios: “¡Ensalzadlo con himnos por los siglos!” Y sí, grandes y numerosas son las bendiciones que el Señor nos ha dado. Cuando te casaste con mi padre tenías 20 años y al nacer yo, el primero de tus seis hijos (Filiberto, Cirenia, Juana, Guillermo, Martha, Francisco), alcanzabas los 21 años. 

Cinco días después de mi nacimiento me llevaron a bautizar y tú no asististe, pues estabas enferma, en la cama como precio de haberme dado a luz ¡gracias, mamá por tu sacrificio que da vida! Pero en su misericordia el Señor te puso en pie y nos has bautizado a toda tu familia con un bautismo de amor: sí, nos has sumergido (bautizado) en el amor de Dios con tu propio amor y vida, toda tu existencia ha sido un don, una entrega sin límites para nosotros. El Señor nos hado vida y hoy le agradecemos; si sumamos los años de vida de mi padre, los de tus hijos y nietas junto a los tuyos, no son 80, son ¡529 años! Todos estos años los has vivido tú, de pie, por la bondad de Dios.

Recuerdo cuando éramos pequeños y hacía frío y llovía, junto con mi padre no permitían que saliéramos y atravesáramos el patio para ir a comer, nos llevaban amorosos el alimento hasta la cama para evitarnos las inclemencias del tiempo; acudías rauda al grito que hacíamos de: ¡mamaaá! Años después, por la tarde noche, me tomabas de la mano para que te acompañara al centro del pueblo para vender las canastas que mi padre había hecho durante la jornada; “íbamos al día” como se dice, así nos enseñaste la fidelidad de Dios y su providencia: entendí con los años lo que significa “danos hoy el pan de cada día”. Cuando íbamos al centro en días lluviosos y llenos de viento, al atravesar esa calzada de chopos que eran enormes, a veces crujían las ramas y caían haciendo un estruendo estremecedor; parecía que caerían sobre nosotros. En ocasiones se iba la luz y quedaba todo obscuro, sólo nos alumbraba la chispa efímera de un relámpago; me apretabas la mano y acelerábamos el paso; murmurabas oraciones. Luego entendí lo que el santo místico expresó diciendo que a veces en la vida se camina “sin otra luz y guía, sino la que en el corazón ardía” (“Noche oscura del alma”, San Juan de la Cruz). Mientras tanto, en casa mi padre cuidaba de mis hermanos y les narraba cuentos que él inventaba. Con tu amor y tus pasos me preparabas para las oscuridades de la vida, cuando es sólo la fe que nos mantiene en vela a través de la oración, como hoy nos pide el Evangelio. Así, cada uno de mis hermanos recibió de ti compañía amorosa, esperanza cierta, fe viva.

Dice hoy el Evangelio que hay que estar en vigilantes y en oración para “mantenerse en pie ante el hijo del hombre”. La palabra griega que utiliza el Evangelio es “stathenai”, cuyo verbo principal es “histemi”, que puede significar ponerse de pie o estar de pie; ser establecido; mantenerse firme o mantenerse en su lugar; también presentar, ofrecer; con este significado aparece en Rm 12, 1: “Les exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcan sus cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será su culto espiritual”. Mamá: nunca nos han faltado tus exhortaciones y correcciones oportunas, también de manera firme y enérgica; gracias por todo ello.

Este verbo de mantenerse firmes, lo utiliza Pablo cuando dice: “Con el auxilio de Dios hasta el presente me he mantenido firme dando testimonio a pequeños y grandes” (Hch 26, 22); también lo utiliza cuando dice a los Corintios: “Velen, manténganse firmes en la fe, sean hombres, sean fuertes” (1 Cor 16, 13); también es usado en Filipenses cuando afirma el Apóstol: “Lo que importa es que lleven una vida digna del Evangelio de Cristo, para que tanto si voy a verlos como si estoy ausente, oiga de ustedes que se mantienen firmes en un mismo espíritu y luchan acordes por la fe del Evangelio” (Fil 1, 27). Tu amor por todos y cada uno de tus hijos ha sido el mismo para todos, de ahí brota tu ejemplo para mantenernos siempre unidos, prueba de ello es este gran día que el Señor nos concede y en el cual cada uno ha presentado su ofrenda para que esta reunión y fiesta sea posible; gracias a todos y cada uno de los presentes, familiares y amigos. Y también a quienes no han podido asistir, son ustedes también fruto del amor de mi madre, gracias por caminar a nuestro lado.

La historia continúa, en esta santa Eucaristía pedimos a Dios por todos, damos gracias a él por todos; por las innumerables bondades que han tenido para con mi familia a través de tantos años; le suplicamos al Señor que nos ayude a permanecer firmes en la verdad, pues el Apóstol Juan dice del diablo, con el mismo verbo que hemos venido citando: “éste era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él” (Jn 8, 44). Mamá, tu amor nos ha mostrado la verdad que hay en Dios, te has nutrido siempre de la Eucaristía y la oración; no lo dudes, hoy mi padre participa de nuestra alegría desde el cielo, pues creemos firmemente que la misericordia del Señor es eterna y todos nuestros seres queridos que ya no están en este mundo participan del banquete del Señor, mismo que un día será pleno. La imagen que siempre viene a mis recuerdos es la de mi padre trabajando, inventando artesanías, transformándolas en pan para llevar a nuestra mesa. Él no la conoció ni la leyó, pero tuvo las mismas intuiciones de Dorothy Day, cuando nuestro Papa León afirma de ella que “comprendió que el sueño para muchos era una pesadilla, que como cristiana debía involucrarse con los trabajadores, con los migrantes, con los descartados por una economía que mata. Escribía y servía: es importante unir la mente, el corazón y las manos” (Catequesis del Papa León XIV en la audiencia jubilar por el Jubileo de los Coros y Corales. 22 de noviembre de 2025). Nuestra familia es sencilla, de gente trabajadora; mi padre nos contó mil cuentos inventados por él, lástima que no los escribió pero grabó en nosotros la posibilidad de imaginar, soñar, trabajar, uniendo como él la mente, el corazón y las manos.

Sin mi padre no te ha sido fácil la vida, pero te recuerdo lo que el santo místico nos dice también mientras caminamos en la noche oscura sin poder tomar la mano del ser amado: 

“¡Oh noche, que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
Amado con amada
amada en el Amado transformada!” (San Juan de la Cruz).

Mamá, sí, un día estaremos juntos todos transformados en el Amado, que vive y reina por los siglos de los siglos. ¡Felicidades en tu cumpleaños 80! Que Dios nos regale muchos años más contigo, nos tienes a todos, que el Señor nos mantenga siempre estando de pie.

En el camino de nuestra familia la presencia de la Santísima Virgen María ha sido indispensable, (nací en la fiesta de María Reina, nuestra parroquia es Santa María de la Asunción y en su fiesta hice la Primera Comunión, etc.) por eso, recordando el Himno Akáthistos (Estando de pie), decimos con el ángel:

“Salve, por ti resplandece la dicha;

Salve, por ti se eclipsa la pena. 

Salve, levantas a Adán, el caído;

Salve, rescatas el llanto de Eva. 

Salve, oh cima encumbrada a la mente del hombre; 

Salve, abismo insondable a los ojos del ángel. 

Salve, tú eres de veras el trono del Rey; 

Salve, tú llevas en ti al que todo sostiene. 

Salve, lucero que el Sol nos anuncia;

Salve, regazo del Dios que se encarna. 

Salve, por ti la creación se renueva;

Salve, por ti el Creador nace niño. 

Salve, ¡Virgen y Esposa!”

Amén.

Pbro. Mtro. Filiberto Cruz Reyes

Capilla de la Magdalena,

Tequisquiapan, Qro. México

29 de Noviembre de 2025

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